Un vestido de novia sorpresa para Clara

Un encuentro con amigos en común hizo que conociera a Ángel y Clara. En aquel momento no podía pensar que ese encuentro sería la semilla de uno de los trabajos más bonitos de mi carrera.

Unos días más tarde, mientras estábamos trabajando en nuestro taller ultimando los detalles de la nueva colección, recibí una llamada de Ángel. Me preguntaba si estaba sola porque tenía que contarme algo muy importante, pero no podía enterarse nadie. Ante la imposibilidad de hablar en ese momento decidimos concertar una cita en persona. En ese momento me pareció un poco extraño tanto misterio, pero la vorágine del trabajo no dejó que me parara mucho en pensar en ello.

Cuando nos vimos, él no sabía por dónde empezar. Me explicó que él no había pensado nunca en casarse, pero que a Clara, su novia, sí le hacía mucha ilusión. Haría cualquier cosa por hacerla feliz, así que accedió. La decisión de casarse estaba tomada. Sería algo sencillo, un par de testigos para el trámite civil y ya está. Pero ya que estaba dispuesto a dar un paso tan importante, quería que fuese muy especial, que fuese una sorpresa para Clara. Y en este loco propósito decidió depositar su confianza en nosotros para lo más importante: el traje de la novia.

 

¿Cómo diseñarle, confeccionarle y probarle un traje a una novia sin que sepa que es para ella y que además sea el traje de sus sueños? Ese era el reto que Ángel nos propuso y que aceptamos encantados sin pensar mucho en cómo lo haríamos. Había que inventar algo para que Clara acudiera a nuestro taller, probarle diferentes trajes y obtener la información que necesitábamos.

Clara es una chica guapísima y muy fotogénica, ideal para una sesión de fotos. Así que esa sería la excusa perfecta. Se lo propuse y ella aceptó encantada.

Unos días más tarde la cité para realizar el fitting en mi taller. Todo mi equipo estaba preparado para una puesta en escena que no levantara la más mínima sospecha en Clara. Nos preocupamos de colocar a la vista algunos de los trajes que a priori podrían ser más adecuados para su estilo y así comenzar a ver sus reacciones con cada uno de ellos. Comenzamos a probarle trajes en un ambiente distendido, intentando que se sintiera cómoda y con confianza, para que nos diera su opinión sobre los trajes que íbamos probándole y que incluso participara en las supuestas modificaciones. Sin darse cuenta, nos iba dando información muy valiosa sobre sus gustos, estilo y personalidad. Todos los trajes le parecían muy bonitos, pero no lográbamos en ella esa reacción que toda novia tiene cuando se prueba el traje de su vida. Notamos que durante toda la sesión se fijaba especialmente en uno de los trajes que estaba en el maniquí y que no le habíamos probado aún. Cuando se lo probamos, su gesto la delató. Habíamos dado en la diana y sólo quedaba perfilar los detalles finales. Con mucho disimulo, simulando conversaciones con mi equipo, logramos que ella opinara sobre las modificaciones del traje para que se ajustara a su gusto. Cuando Clara se marchó, tremendamente ilusionada con participar en una sesión de fotos que nunca se celebraría, nosotros teníamos claro el trabajo a realizar y nos pusimos manos a la obra.

Sólo pudimos hacer dos pruebas. Por supuesto, en cada una de ellas le probábamos otros trajes para continuar con nuestra particular representación. La verdad es que pasamos unos momentos muy divertidos llenos de anécdotas marcados por las mentiras blancas que íbamos improvisando y la bondad e inocencia de Clara.

Llegó el día y Ángel vino a recoger el vestido y a preparar todo lo que había montado. He de decir que esa noche apenas pude conciliar el sueño, mientras que Ángel me confesó que Clara, en su inocente ignorancia, durmió a pierna suelta. La boda fue en un logar precioso, en Coria, junto la ribera del Guadalquivir. Ángel llevó a Clara allí con alguna excusa sencilla y la dirigió a la habitación que le habían decorado especialmente para ella. Cuando Clara entró, ¡encontró su vestido! Estaba junto a todo lo necesario para que se sintiera la novia más guapa del mundo. Se quedó completamente atónita, sin poder articular palabra alguna. Incluso para mí es difícil imaginar que pudo sentir cuando un día normal de pronto se convirtió en uno de los días más importantes de su vida. Yo llegué poco después y no puedo describir con palabras el abrazo que me dio y las palabras que me dijo entre sollozos. La mirada de Ángel era una mezcla entre sorpresa, gratitud y emoción.

Sólo los allí presentes –fotógrafa, floristera, peluqueros, maquilladores y un par de amigos– sabían realmente el propósito de ese encuentro. Los invitados iban llegando convencidos de que acudían a una fiesta informal. No fue hasta instantes antes de que la novia bajara aquellas escaleras que la conducían al jardín, cuando Ángel confesó a los asistentes el verdadero motivo de su presencia allí. Había conseguido organizar su boda por sorpresa y mantener el secreto hasta el último momento. Lo que pasó después, ya os lo podéis imaginar.

Sólo puedo agradecer de corazón a Ángel y Clara el haberme hecho partícipe de este cuento de hadas. Para mí supuso uno de los momentos más emocionantes y gratificantes de mi carrera profesional.

Aunque sin duda mi actuación y la de mis colaboradores lo mereció, mi premio fue mucho más que un Oscar de Hollywood … mi premio fue la amistad de dos personas excepcionales.

Fotografías: Luna Cruz (http://lunacruz.es // https://www.facebook.com/lunacruzfotografosdebodasbonitas/)